Amado, ruego que seas prosperado en todo así como prospera tu alma, y que tengas buena salud.

3 Juan 1:2 NBLA

¿Te han decepcionado tanto que lloraste amargamente? ¿Has tenido angustia tan profunda que sentiste depresión y no sabías cómo ibas a salir de esa situación? 

¿Heridas, rechazo y ofensas tan profundas que te robaron el sueño y hasta tu salud física y mental?

Creo que todos hemos pasado por alguna decepción, al fin, somos humanos y nadie es perfecto. Al mismo tiempo, podemos asumir que nosotros también hemos lastimado a otra persona. 

Las relaciones entre seres humanos duelen, son caóticas y a la vez, hermosas. En toda relación existe el riesgo de ser lastimado, pero también existe la posibilidad de experimentar el gozo de amar. 

Dios, tu creador y el mío, fue quien tuvo en mente que todos nacieramos en una familia. ¡Él fue quien pensó a la familia primero, fue su idea! Él nos creó para tener una relación con Él y se mantiene fiel aún cuando nosotros le fallamos.  

Su plan perfecto eran familias perfectas, caminando en unidad con Él, pero, por el pecado en el Edén, ahora todos luchamos con nuestra carne, con nuestros sentidos.

Esos ojos que fueron abiertos a nuestra desnudez, a esas emociones que pueden llegar a ser algo que Él no quiso, emociones como odio, rencor, ira, temor, envidia, lujuria. En fin, emociones que están fuera de control y tienen el potencial de no solo dañar a las personas a nuestro alrededor sino también a nosotros mismos. Son veneno puro. Podemos ver esto claramente desde el principio, cuando la envidia y las emociones de inferioridad de Caín, lo llevaron a cometer el primer crimen de la historia, matar a su propio hermano. En Génesis vemos una y otra vez el caos, pero también la gloria de las “familias”. ¡Desde Génesis hasta Apocalpsis, la historia nos habla de familias y de un Padre que dio a su Hijo para el rescate de todos sus hijos! 

El deseo de Dios es que nosotros caminemos en el espíritu, es decir, confiando en su Palabra y no en nuestra carne. No confiando en lo que podemos sentir o ver.  El deseo de Dios, es que podamos caminar en amor y unidad con los hermanos que Él nos dio, esto es la Iglesia. Él desea que seamos como el buen samaritano y no como el fariseo. Que primero amemos a Jesús y después amemos a nuestro prójimo como a nosotros mismos. ¡Qué tarea más difícil cuando hay tantas heridas en el corazón! ¿Cómo podríamos amar cuando nosotros mismos caminamos rotos? 

Generalmente, a los primeros que lastimamos, tienden a ser aquellos más cercanos a nosotros, usualmente nuestra familia y amigos.

Duele porque nos importan, sino fuese así, no nos importarían sus palabras o actitudes. 

¿Cómo podemos superar el dolor del corazón? ¿Cuál es el antídoto de tal veneno? 

Solo hay una persona que puede sanar y restaurar nuestro corazón y las relaciones rotas.

Su nombre es Jesús.

Él creó tu corazón, te dió una mente y personalidad únicas, así que solo Jesús sabe lo que necesitas para salir adelante. 

Quisiera poder decirte que existe una fórmula para sanar tu alma, algún versículo, alguna acción, algún ejercicio mental. El mundo promete tales cosas, pero el mundo te dará solo una sanidad temporal, con efectos secundarios y peor aún, más ataduras espirituales. Es un círculo vicioso. Antidepresivos, yoga para relajar la mente, alcohol, pastillas para dormir, para calmar la ansiedad, etc.

La verdad es que sanar el alma conlleva un proceso intencional, un proceso de mucha confianza en rendir nuestra necesidad de control. 

Confianza en Aquel que te creó y que te conoce mejor que nadie más. 

Esto no quiere decir que el resultado tardará mucho tiempo, a veces es instantáneo y a veces tarda un poco más, pero el fruto en esa búsqueda es inevitable. 

La sanidad es un fruto del Reino de los Cielos. Tu restauración será un fruto de tu intimidad con Jesús. 

Las sanidades que Jesús demostró en su palabra fueron personalizadas, ninguna fue igual porque sus hijos somos únicos, pero en todas hubo un factor: FE en Jesús. 

Así como una intimidad de pareja produce hijos naturales, una intimidad conociendo el corazón de Dios, producirá fe, esperanza, amor y todo esto, brotará en tu ser y traerá sanidad. 

La fe nace en donde se conoce el corazón de Dios. Cuando tú conoces la voluntad de Dios, que te ama, que tiene buenos planes para ti, que su deseo es que seas prosperado en espíritu, alma y cuerpo, entonces tu alma podrá descansar y realmente confiar en Él. 

Todo esto no llega solo porque sí, hay que ser intencionales en la búsqueda.

Así como cuando tienes dolor en el cuerpo, buscas al médico, cuando tenemos dolor del alma o tormento en la mente, debemos buscar a Jesús. 

Si pones tu confianza en tus pareja, amigos, trabajo, hijos, en tu talento, trabajo o incluso en ti mismo, terminarás en algún momento decepcionado, porque somos humanos. Pero, si pones tu confianza en Aquel que te conoce mejor que nadie más, jamás serás decepcionado.

Si sentimos que Dios nos ha decepcionado, es porque no hemos conocido su corazón de verdad y hemos filtrado su naturaleza a través de nuestras experiencias humanas. Él no es como el papá que te abandonó, no es como un ex-novio que te rompió el corazón, no es como un médico que te dejó llorando sin esperanza, no es como un psicólogo al que tienes que visitar constantemente para poder funcionar. 

Jesús es todo lo que necesitas. Él es tu salvación y tu sanidad. Jesús es tu salud mental y tu bienestar. Jesús es tu esperanza viva, en Él encontramos todas nuestras respuestas.

Pero necesitamos conocerlo, Jesús es la verdad y su palabra es la verdad. 

“y conocerán la verdad, y la verdad los hará libres”.

Juan 8:32 NBLA

Para Él no hay imposibles. ¡Jesús pagó el precio más grande en la cruz para que hoy, nosotros sus hijos podamos caminar en salvación, libertad, sanidad y propósito! Lo que nos toca hacer a nosotros, es creerle y recibir lo que Él ya nos heredó. 

Así que, ¿Jesús puede sanar heridas del corazón? ¡Claro que sí, Él puede! ¡Su palabra nos enseña que no sólo puede, sino que también quiere! 

Dios, tu padre, desea que seas prosperado (sano, libre) en tu espíritu, alma y cuerpo. ¡Él es tu padre y te ama! 

Si estás sufriendo con heridas del alma, tu respuesta está en su Palabra. Derrama tus lágrimas delante de Jesús y pasa tiempo con Él, que tu meta no sea la sanidad o el milagro, sino su presencia porque, en su presencia hay plenitud de gozo. 

En su presencia, se va la depresión, se va la ansiedad, no pueden co-existir. En su presencia se restauran los corazones rotos. 

Así que te animo y me animo a mi misma a hacer como hizo David en 1 Samuel 30:6, se fortaleció en el Señor su Dios. David conocía a Dios, es por ello que podía seguir de pie después de todo lo que vivía. 

Para finalizar, quiero terminar con Efesios 6:10-13

Por lo demás, fortalézcanse en el Señor y en el poder de su fuerza. Revístanse con toda la armadura de Dios para que puedan estar firmes contra las insidias del diablo. Porque nuestra lucha no es contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los poderes de este mundo de tinieblas, contra las fuerzas espirituales de maldad en las regiones celestes. Por tanto, tomen toda la armadura de Dios, para que puedan resistir en el día malo, y habiéndolo hecho todo, estar firmes.

Efesios 6:10‭-‬13 NBLA

Debemos ser intencionales en fortalecernos en Cristo. Dios nos da su fuerza para fortalecernos, porque no podemos con nuestras propias fuerzas. 

Debemos ser intencionales en poner nuestra armadura para resistir los ataques del diablo. Muchas veces las heridas del corazón vienen por ofensas de otros a traves de personas que estaban siendo usadas por el enemigo para dañarnos,  otras veces son sin mala intención pero de cualquier forma, el enemigo se aprovecha para luego dejarnos heridos e inútiles. Así que tomemos la armadura que cubre nuestra mente y el corazón. Tomemos el escudo de fe, sabiendo que Jesús es nuestro sanador y la espada del espíritu que es la Palabra. 

Tips prácticos para comenzar hoy mismo:

1) Perdona.

El perdón no es un sentimiento sino una decisión que nos hace libres.

2) Perdona otra vez.

3) Vive soltando las ofensas rápidamente.

Si guardamos falta de perdón y ofensas, se convierten en raíces de amargura que luego son más difíciles de sacar desde raíz. 

4) Ora por aquellos que te hieren, bendícelos.

5) Renuncia a las emociones que sabes no son de Dios.

6) Entrégale tu corazón y esas heridas a Dios, pasa tiempo con Jesús y su Palabra y verás como lo que necesitas, llegará a su tiempo y a su manera. 

¡Confía en tu Padre! Jesús te ama! Dale tu corazón roto y Él te entregará uno completo. Él fue quebrantado para que tú, fueras sanado. 

Te dejo estos dos versos para que los medites:

Ciertamente Él llevó nuestras enfermedades, Y cargó con nuestros dolores. Con todo, nosotros lo tuvimos por azotado, Por herido de Dios y afligido. Pero Él fue herido por nuestras transgresiones, Molido por nuestras iniquidades. El castigo, por nuestra paz, cayó sobre Él, Y por Sus heridas hemos sido sanados.

Isaías 53:4‭-‬5 NBLA

Hijo mío, presta atención a mis palabras; Inclina tu oído a mis razones. Que no se aparten de tus ojos; Guárdalas en medio de tu corazón. Porque son vida para los que las hallan, Y salud para todo su cuerpo. Con toda diligencia guarda tu corazón, Porque de él brotan los manantiales de la vida.

Proverbios 4:20‭-‬23 NBLA

Marisol Cole

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